Dentro del "Seminario El creador y su obra" el 27 de febrero de 2014 el profesor Jorge Riechmann impartió una sesión sobre poesía y traducción, a partir de su texto: "Sobre camareros humildes, aduaneros pertinaces y traducción de poesía. Mi experiencia como traductor de René Char".
René Char nació en 1907 en un pueblo provenzal, L'Isle-sur Sorgue, y eligió vivir en él gran parte de su vida. Su otro polo magnético es París, adonde lo llamó en 1929 un Paul Éluard conquistado por la calidad de su voz poética. Cabría proponer para su poesía la siguiente periodización. Entre 1928 y 1938 tenemos los años de formación, que incluyen las primeras publicaciones juveniles, el hallazgo de una voz propia desde Arsenal (1929), la participación en la aventura del surrealismo con la producción poética asociada (reunida en El martillo sin amo, 1934) y el alejamiento del grupo de André Breton (desde 1934-35) hacia metas más personales.
El período de soberana madurez de Char podemos datarlo en 1938-1950, con su poesía agrupada en Furor y misterio y Los Matinales (incluidos íntegramente en este volumen). Son los años de la Segunda Guerra Mundial y la Resistencia, en la que Char participa como jefe de guerrilleros. Al confluir la historia ignominiosa y la sublevación del poeta se produce una intensa explosión de belleza, amor, solidaridad y combate: plenitud de mediodía en sus poemas.
Un tercer período se extendería desde 1950 hasta la muerte del poeta en 1988. Se desvanecen las expectativas de transformación social profunda que había generado la Resistencia, y entenebrece el mundo la confrontación nihilista de las dos superpotencias nucleares y la crisis ecológica que se va haciendo cada vez más evidente. En los años precedentes, Char ha visto morir y se ha visto obligado a dar muerte; de alguna forma aflora en su poesía "un decir de la pugnacidad de la muerte?" (Dominique Fourcade). Arrastrado por la gravedad mortal de su poema, el poeta se abisma. Desde La palabra en archipiélago (1962) hasta su último libro (Elogio de una Sospechada, publicado en 1988, ya póstumamente), su escritura se empecina en preservar la lucidez y mantener abierto el diálogo acerca de las dimensiones esenciales de la condición humana: libertad, justicia, amor, duelo, creación, trabajo...
Situada en el centro de las contradicciones del siglo XX, e indesmayable en su compromiso con la Belleza y con las posibilidades de la fraternidad humana, la poesía de René Char, por contraste, hace parecer algo inane buena parte de la obra de sus contemporáneos. Excepcional es en efecto la lírica que aún no se tapa con las manos los ojos ensangrentados, o cuyo índice "con la uña arrancada" como el de Heráclito de Efeso, según lo concibe el poeta se atreve todavía a señalar el sol. Y sin duda hay circunstancias en que el asentimiento a la nadería es complicidad con el crimen. Uno de los pocos que se atrevieron a alzar la negra rama de la tragedia hasta la altura del rostro humano fue René Char. Dura el ciclo del "huevo canceroso", a veces nos parece que dura tanto como la misma historia humana, y desesperadamente querríamos caminar por un sendero enhiesto: practicable es el que ha desbrozado René Char, trenzando vida y escritura a lo largo de seis decenios. Entre las dos posiciones extremas de la agonía y la armonía se tensa el arco del devenir humano. La flecha, como recuerda el poeta provenzal, tiñe en sangre los dedos que la lanzan.
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